Desencuentros en los pasillos de Nueva York: Los árboles, los pueblos indígenas y el Perú
A Mayra Quicaño por provocarme el amor hacia los árboles, las tierras y los territorios
¿Por qué una Cumbre Climática en Nueva York?
En mayo de este año, Ban Ki-Moon señaló que la Cumbre Climática de Nueva York impulsaría las voluntades políticas y sembraría el camino hacia un nuevo acuerdo de reducción de emisiones en París. El Secretario General pidió que los participantes asistan con las mentes abiertas, olvidándose por un par de días de los fantasmas de negociaciones confrontadas por años. Para ello, la Secretaría General propició actividades de discusión y el lanzamiento de iniciativas en aquellas siete áreas críticas identificadas en las cuales las aspiraciones ambientales están alejadas de la realidad.
El resultado logrado está lejos de ser satisfactorio, especialmente en el Perú donde la falta de implementación de las políticas ambientales compromete las vidas, las tierras, los territorios y las cosmovisiones de los pueblos indígenas.
La pérdida mundial de árboles como una preocupación climática
Uno de los tópicos de discusión de la Cumbre Climática fue la conservación de los bosques de los países forestales (principalmente los de la Cuenca Amazónica, África, Asia y Oceanía). La Cumbre Climática planteaba desatar las tensiones sobre la financiación de las políticas sobre Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de los bosques con una perspectiva centrada en la conservación y el desarrollo (REDD+), así como respecto el desarrollo de las condiciones para los proyectos pilotos que adoptan el Marco de Varsovia sobre REDD+.
Como resultado del diálogo en las Naciones Unidas, se esperaba que los países forestales se comprometieran políticamente a conservar los bosques, controlar la tala ilegal, y aprobar políticas de uso de suelos que limiten la ampliación de la agricultura donde hubo o donde permanecen los bosques. A cambio de ello, los países desarrollados deberían brindar incentivos a los países forestales y deberían restringir el comercio de bienes que provienen de madera sucia. Por su parte, el sector privado debería comprometerse a no producir y comercializar bienes resultantes de la deforestación, con el propósito de no generar incentivos perversos que lesionen estos compromisos ambientales. Asimismo, los pueblos indígenas deberían ver en estos arreglos institucionales garantizados sus derechos colectivos sobre sus tierras y los territorios. En estas divisiones de roles, las opiniones de las mujeres y los jóvenes fueron marginalizadas nuevamente, como suele lamentablemente ocurrir con las políticas forestales.
¿Cómo las Naciones Unidas pensaron proteger mejor los árboles?
El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) impulsó junto con el Estado de Noruega la aprobación de una <<Declaración de Nueva York sobre los Árboles>> que sería el instrumento que reconocería la protección de los bosques en los países forestales. Asimismo, la Declaración iría acompañada de compromisos internacionales que trasladaran a la práctica los compromisos políticos de este instrumento no vinculante. Estas buenas prácticas tendrían que esbozar nuevos acuerdos jurídicos sobre REDD+ con resultados parciales en el 2020 y metas cumplidas para el 2030.
¿Qué pasó en la Cumbre Climática?
El borrador de la Declaración de Nueva York circuló durante algunos meses y fue firmado algunos meses antes por algunos Estados. A la fecha, acompañan a este documento 32 firmas correspondientes a 22 países forestales, 11 países desarrollados, y a la Unión Europea a título personal. Sorprendió que Brasil, el país con mayor cobertura forestal del planeta decidiera no firmar la Declaración. Igualmente, causó sorpresa que estuvieran ausentes otros países forestales fundamentales para la institucionalización de REDD+ como Bolivia. Por su parte, el número de países desarrollados signatarios francamente ha sido escaso. Este instrumento político evidencia que los Estados difícilmente se distraen de sus roles en la gobernanza climática especialmente en los pasillos de las Naciones Unidas. En ese sentido, los fantasmas de las viejas discusiones de la responsabilidad histórica de los países desarrollados y los países forestales en proceso de desarrollo se mantuvieron presentes, por lo que el acuerdo final no revela objetivos concretos y entes encargados de su seguimiento.
Por otra parte, los países signatarios de la Declaración así como otros países presentes en la discusión sobre árboles realizaron una serie de anuncios que implementan el "Marco de Varsovia" así como las "Metas de Aichi" sobre biodiversidad. En relación a los pueblos indígenas, los compromisos políticos más importantes fueron los anuncios de dos países forestales, Liberia y del Perú, que con la ayuda de Noruega detendrán los índices de pérdida de la cobertura forestal por hectárea. Asimismo, otra decisión importante fue el compromiso de Indonesia de cumplir las órdenes de la Corte Constitucional sobre la adecuación de las políticas sobre tierras indígenas en el desarrollo de los proyectos REDD+.
¿Tenemos las credenciales indígenas para la COP20?
Durante el discurso de clausura de la Cumbre Climática, el Presidente Humala por primera se refirió a los pueblos indígenas amazónicos y su rol fundamental en las políticas ambientales. Asimismo, el Ministro Pulgar Vidal declaró ante la prensa que la COP20 consolidará la participación de los pueblos indígenas.
Estas declaraciones auspiciosas resultarían importantes si tuviéramos políticas nacionales coherentes que sostengan esta apertura internacional, lo que no ocurre. Nuestras políticas ambientales se encuentran en proceso de fortalecimiento y las políticas extractivas de desarrollo revelan fisuras en relación a los pueblos indígenas a lo largo del país, que terminan en violencia y desencuentros interculturales.
La comunidad internacional reconoce nuestra falta de coherencia interna. Los fondos millonarios buscan atender la agenda histórica de titulación de las tierras de las comunidades nativas y campesinas en el curso de la lucha contra la deforestación.